Históricamente el ser humano ha utilizado de diversas maneras, distintas sustancias, que modificarían su estado natural. Drogas naturales, químicas, con procesos de elaboración. Todas con el fin de alterar, de alguna forma, el latido cotidiano de las conductas humanas. Sustancias para estimular, para dormir, para relajarse, para evadirse, para no comer, para comer, para excitarse, para sentir el impacto certero en una vena.
Todas las maneras de expandir el conocimiento a través de estas sustancias y quedar al margen de lo cotidiano como similitudes concretas. Cada sujeto, al ser un mundo único, con algunas probables similitudes comunes con sus pares, manifestaba síntomas propios.
El comun denominador de usar drogas, seria ahuyentar de alguna manera el privilegio de la lucidez y su cruda realidad.
Claro que se puede pensar en diversas manifestaciones frente al uso de drogas. Lo recreativo. Lo medicinal. Lo evasivo. Lo curativo. La búsqueda del conocimiento. La precepción intuitiva. El ensueño.
Además, frente a patologías precisas, se puede pensar en sustancias como paliativos en busca de mejoras en la calidad de vida.
Encasillar el uso de drogas en conceptos conservadores o liberales, solo permite debates acéfalos, parciales, sesgados y con poca elevación intelectual. Se trata de evaluar el consumo, el sujeto y su contexto histórico cultural.
No es lo mismo brujos danzando con brebajes medicinales alrededor de un fuego. A jóvenes fumando un porro a la salida de la Facultad. A un sujeto encerrado en su departamento inyectándose cocaína. A un alcoholico arrancando a las ocho de la mañana con su primera ginebra. A la señora tomando su pastilla antes de dormir.
Debemos poder percibir con objetividad cada situación. Pues se requiere de respetar la decisión de cada sujeto. Luego, estar atento al desarrollo del uso de las sustancias que se manifiesta en el tiempo. Si hay autocontrol. Si se pierde el dominio de sí mismo. Si hay desconexión con la realidad. Si hay desesperación para consumir. Si se ven actos de violencia.
Frente al comportamiento personal, vincular, social del sujeto, se deberá tener una mirada precisa de sus necesidades. A partir de alli se propiciara la contención adecuada ante cada caso. Desde la comprensión solidaria. Desde la ética que produce cambios necesarios, contemplando siempre las individualidades.
De eso se trata. La libertad solo se consigue desde un estado de lucidez, que es cruel en su cotidiano desarrollo, pero un privilegio.
Osvaldo S. Marrochi –
Presidente Fundación Esperanza de Vida
Vicepresidente AEA