Las estructuras sociales quebradas de nuestro país, generan desde hace años, situaciones de vulnerabilidad en miles de niñas, niños, adolescentes y adultos que habitan las calles en sus tugurios sofocantes y otros alojados en barrios precarios, donde vivir se reduce a existir miserablemente entre necesidades básicas insatisfechas.
 

Alli aparecen abusos, maltrato, desnutrición, consumo de drogas, alcoholismo, abandono, violencia. Todas esas conductas se van asimilando hasta transformarse en lo cotidiano, lo “normal”. Ahora, salirse de esa “normalidad” adquirida a través del desprecio social, político, cultural, es sumamente complejo, por no decir utópico.
Ante la ruptura del tejido social, el corrupto y burocrático andamiaje gubernamental, la desigualdad reinante en la raza humana, sumado al ritmo psicótico de las grandes urbes, estamos ante una dramática escenografía que avanza determinando burbujas sociales, donde el que queda afuera, es desechable.
En este contexto se desarrolla la problemática de las adicciones, como un síntoma de todo aquello que no funciona y viene mal barajado hace años, en lo íntimo de los núcleos familiares, desintegrados en la pobreza espiritual, material y en las políticas de inclusión serias y coherentes, ausentes.
Entonces, como Organizaciones no Gubernamentales, ¿como nos posicionamos frente a este dilema existencial? ¿Para que estamos los Centros de Tratamiento, para alojar al sujeto brindando techo, comida y una contención afectiva pasajera, que alivie la gangrena histórica? Pues ese es un abordaje y un dispositivo posible con las limitaciones propias de sus objetivos planteados.
O estamos para plantear un abordaje integral, de contención, a través de la psicoterapia, el arte, el reconocimiento de la naturaleza, el grupo de pares, la asistencia con los vínculos, la intervención integral de un equipo multidisciplinario, teniendo la mirada hacia la reinserción social, siempre.
Ahora, quiénes están armados para recibir esta ayuda e integrarse a este dispositivo. Aquí aparecen las limitaciones en función a la demanda existente con sus características específicas y la oferta que contemple dichas demandas.
Debería haber lugares responsables que contemplen las necesidades básicas insatisfechas con las que conviven las poblaciones adictas vulneradas y dar respuestas específicas integradoras creando espacios novedosos ante la ausencia predominante.
Pues las Comunidades Terapéuticas debemos responsabilizarnos reconociendo limitaciones, esto nos pondrá en un lugar coherente frente al sujeto que llega a la admisión perdido en sus confusiones históricas.
Osvaldo S. Marrochi –
Presidente Fundación Esperanza de Vida.
Vice-Presidente  AEA

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