Las familias de los adictos a drogas son tan protagonistas en el desarrollo de la problemática tanto como el sujeto que la padece.
Si bien las causas (o sea cuando se inicia el consumo) pueden ser variadas, con responsabilidades propias, ajenas o externas, alli comienza una hecatombe psicológica en el contexto vincular que en ocasiones llega a ser trágica.
Se generan mecanismos de funcionamiento entre los miembros involucrados, donde cada uno va asumiendo un rol determinado para el desarrollo de las patologías e inmediatamente la toxicidad de las relaciones va carcomiendo toda buena intención de las partes.
El sujeto adicto asume un rol de víctima, con extremas psicopatías, manipulación, mentiras, hace cómplice en sus desequilibrios a cada vinculo conforme sus urgencias y demandas.
El resto del grupo familiar va acomodándose a sus necesidades y haciendo síntoma de sus conflictos internos resguardados hasta hace tiempo en esa canasta familiar adornada con buenos modales, pero que en el fondo estaba lo no hablado, aquellas situaciones sin resolver que fueron quedando en el conteiner, acumuladas y que ante el desenlace de la adicción aparecen como dagas filosas.
Lo disfuncional en el contexto familiar se agrava ante las conductas disociadas del sujeto adicto y de los vínculos convivientes, el abordaje apropiado en tiempo y forma, no urgente, es el adecuado para afrontar esta situación, no siempre se cuenta con la voluntad de las partes para tomar conciencia de lo que está ocurriendo, alli se comienza a girar en falso en complejas situaciones cotidianas dolorosas y repetitivas.
Ante una continuidad de la situación y el agravamiento de la patología es necesario poner límites y tomar decisiones contundentes, que en ocasiones llegan tarde y se pierden en ese laberinto sombrío de la dependencia y sus trágicos desenlaces.
Osvaldo S. Marrochi
Presidente Fundación Esperanza de Vida – Vicepresidente de AEA