Desde el interior de la experiencia con pacientes adictos es dable observar a través de los años que subyace en
nuestra práctica y en el ideario comunitario, una tendencia a establecer fuertes restricciones y prohibiciones
sobre el accionar y conducta de nuestros asistidos.Parece algo inherente al ser comunitario; -y creo que existe algo asi- que supera las intenciones y voluntadesde aquellos que intentan -la mayoría de las veces tibiamente- modificar esas formas o " fórmulas" implementadas desde largo tiempo atrás.
Prohibir, término cuyo origen etimológico nos remite al latín: prohibere, formado por el prefijo pro (en este caso
lejos) e hibere, del núcleo habere ;tener ;sujetar . Para los latinos prohibire tenía el sentido de mantener
alejado;mantener distante, desviar, rechazar;privar; impedir el uso o ejecución de algo. Para Sénecan prohibitorun significaba ;lo que no es lícito , el mal.
Le pido ayuda al filósofo Deleuze en su artículo, Introducción al problema del mal;La prohibición del fruto del árbol consistia en la revelación hecha por Dios a Adán de las consecuencias, mortales que tendría la ingestión
de ese fruto, así como sabemos por luz natural que un veneno provoca la muerte.
Y continúa diciendo… Es tiempo entonces que retome la prohibición -la pseudoprohibición de Dios. El texto lo
dice formalmente. Dios no hizo en absoluto una prohibición, que sería del orden del juicio, hizo un revelación.
;una revelación no es un juicio. Una prohibición es un juicio.
Entonces dice Spinoza que Adán entendió mal, no le prohibió comer la manzana. Le hizo una advertencia ;eso
es veneno; Adán la come y se envenena – Y allí toma un tema que para la época (siglo XVII) ya estaba
planteado -salud y enfermedad-, desoyó esa advertencia y se enfermo. Claro también dice que algunos profetas
interpretan mal-junto con Adán- esa señal y hablan de la prohibición.
Al igual que los intérpretes de las señales bíblicas ¿habremos entendido mal? ¿Habremos malinterpretado la
enseñanza de nuestros mayores?
¿Seremos más papistas que el Papa? ¿Fallaremos cuando intervenimos tanto en las actividades de nuestros
pacientes? ¿Prohibiendo tal o cual cosa solo abrimos
juicio? Apuntemos algunas escenas de la clínica grupal.
Carlos comenta y pide permiso ya que lo invitan a salir dos amigos, dice que no consumen, son amigos ; sanos;
los padres de Santiago piden en forma explícita autorización para concurrir, el grupo familiar, a un cumpleaños
de quince años de una prima del joven.
Un padre comenta la necesidad de su hijo internado, de sostener relaciones sexuales para lo cual pide
autorización para esa decisión, tan íntima, de más está decir que no entramos en

la complejidad de distinguir si
es su novia o una prostituta la partenaire en esa situación.
Las intervenciones directas, unidireccionales que pretenden organizar (en el mejor de los casos) el quehacer de
una familia con su hijo adicto ¿son efectivas? ¿Debemos considerar a los padres convocados alrededor de esta
problemática, como incapaces de darse alguna forma de organización distinta? Debemos tenerlos en cuenta

como personas en condiciones de gestionar decisiones en forma potencialmente creativa, si son motivadas en
ese sentido. Gran parte de la obra de Spinoza trata de la ética, a su ontológica -estudio del ser- la llama ética.
Ahora bien, si de ética se trata ¿fallaremos en nuestras formas? ¿Sólo abrimos juicio?
¿Qué nos aconseja la ética? Antes de hacer moral, actuar sobre las situaciones. Ahí está, la ética devendría un
arte de actuar preventivamente sobre la situación. Sobre todo, no esperar a estar en nuestra situación
imposible, comiencen por no meterse en ella.
Tomemos el caso de las reuniones específicas para los familiares que las comunidades implementamos con
determinada regularidad y características más o menos similares. ¿La forma de organizar la tarea responde a
concepciones psicoterapéuticas más o menos sostenidas en alguna teoría -cualquiera fuera-? ¿O caemos en la
familiaridad de una tertulia? Con lo ameno y gratificante que pueden resultar esas tertulias familiares.
Alguna práctica convierte estos encuentros, muchas veces, en una mera reunión informativa acerca del estado
de los pacientes internados… si está bien o mal, si come, si se cura del resfriado o gripe, tal como la sala de
espera de terapia intensiva, se tranquilizan o crece la alarma.
Nuestro deber es cuestionar el estado familiar, el inquietar debe ser nuestra actitud. ¿Por qué viene usted
sola/o? ¿Qué pasa ahora en la familia con el hijo internado? ¿Sienten culpa por estar tranquilos? ¿Los
hermanos que dicen? ¿Se angustian? ¿Discuten más que antes? ¿Qué cambios quisieran hacer? ¿Pueden hacer modificaciones en sus vínculos ?
Debemos ser una usina de preguntas, de inquietudes, de autocrítica, de revisión, de declararse impotentes, o
declarar que quieren y pueden. Crear una conciencia de exposición, de mostrar el dolor (superando el simple
llanto), de exigir cambios a los otros… como padre, como hermano, como pareja.
No sólo prohibir o autorizar ordenando un cambio que, indefectiblemente, es vivido como ajeno.
En Notas para pensar lo grupal; Marcelo Percia dice En nombre del psicoanálisis se dicen muchas cosas. Por
ejemplo, es frecuente escuchar descalificaciones de las prácticas grupales. Impugnaciones totalizadoras.
Afirmaciones de que las experiencias grupales en psicoterapia conducen a la adaptación o a la masificación.
Sospechas sobre los grupos.
Pareciera que abrir juicio fuera una práctica común. Con los pacientes de manera corriente parecemos
remitir cualquier estado emocional: ansiedad, inquietud, angustia, tristeza… A una sola cuestión Tendrás
ganas de consumir? ¿Estarás preparando una recaída ?
Es una visión unilateral de la vida, del consumo, de la fragilidad de la abstinencia. Conducimos así una suerte de
explicación basada sólo en nuestra vivencia, experiencia. No construimos con los otros, comunicamos nuestro
saber, lo informamos, y esto atraviesa por igual a todo el equipo terapéutico -operadores, psicólogos,
psiquiatras-.
¿Recuerdan las consignas del Mayo Francés de 1968?… ;Prohibido Prohibir.La imaginación al poder.. Otros hechos conmocionaban el mundo de aquella

época, las marchas de Martin Luther King por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos (1963), su
discurso I have a dream, Yo tengo un sueño que algún día mis hijos vivirán en una nación donde no serán
juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de sus caracteres.
Las comunidades fueron producto de esos años de rebeldia, de cuestionamiento al poder en las múltiples formas
que adquieren en el capitalismo.
¿La frescura de los pioneros de la CT debería ser renovada, revitalizada? ¿Podemos sentir el derecho de revisar
sus preceptos?
Creo necesario hacerlo, de otra manera podemos hacernos tan previsibles y ordenados que se pierda el factor
elemental de cualquier tarea en salud mental… la sorpresa, la irrupción de un decir inesperado, de una
palabra que no solo ordene sino también promueve la esperanza, intereses, deseos, formule
interrogantes que movilizan deseos de un orden creativo.
¿Significa esto llenar de divanes los lugares de confronto? ¿Creer que son sólo neuróticos los que llenan
nuestras instituciones? Nada más alejado de estas reflexiones, pretendo poder unir esas consignas que
nombre más arriba ;prohibido dejar sin imaginación.
Dice Carmen Gola en su articulo Obstáculos a la labor del psicoanálisis en el hospital   : “…el uso de
intervenciones tales como señalamientos, verbalización, interrogación, interpretación, etc., pueden utilizarse y
ser técnicamente válidas, aun cuando el tratamiento no responda a las exigencias de un psicoanálisis en sentido
estricto.
Podríamos hablar entonces de una actitud psicoanalítica, tal vez de una actitud socrática -dicen que el filósofo
griego era un insoportable preguntón, que llevaba hasta las últimas consecuencias su afán por desnudar ; las
ideas y actitudes ante la vida, la verdad, como así también, la honestidad de sus interlocutores (y… Le fue la vida
en ello… ¡Ética!).
Mi amigo y compañero de sueños, José Rshaid, me propone hace tiempo hacer un simple ejercicio, con un
grupo de jóvenes en tratamiento ambulatorio, invitar a esos pacientes a que se hicieran preguntas sobre sí
mismo, su familia, su entorno, su actitud, en fin todo tipo de preguntas estaba admitido; media hora de trabajo
con una sola condición: no intentar responder, ni a uno mismo, ni a los otros. Se creó un clima más o menos
tenso -especialmente para los coordinadores- y esas preguntas fueron creciendo en intimidad; en profundidad.
apareciendo cuestionamientos e interrogantes que no surgen fácilmente en estos grupos.

Entonces conversando sobre los resultados, la riqueza de esa producción grupal nos entusiasmó , nos alivió ver
que no produjo ninguna catástrofe al dejar que esas preguntas continúen trabajando. Un solo ejemplo:
Por qué mi mamá nos abandonó?. Reproducimos la experiencia cada tanto, vemos que ciertos reparos sobre
no dejar vacíos, no crear angustias por la no respuesta, es producto de nuestro propio temor.
Esto no significa dejar de responder, orientar, hacer una devolución cuando sea necesaria (término
criticado por ciertos psicoanalistas que hicieron de esa teoría, una técnica para élites).
No dejamos de prohibir, de reprochar y contener jugadas de resultado anticipado. De ejercer cierta
pedagogía cuando el simple desconocimiento es vivido como falta de capacidad, de luces, de torpeza.

Y si no hay cuestionamiento debemos instalarlo, como sea… Un joven, avanzado su tratamiento ambulatorio y
posterior al periodo de internación, relata que durante un fin de semana largo va a bailar dos noches seguidas y
luego a trabajar sin dormir… Espero algún tipo de reflexión, no aparece, invitó al grupo a tomar la palabra, a que
revisen la existencia de alguna escena propia que los acerque a esa situación. Varias intervenciones que tratan
de acomodar al empedernido bailarín, no parecen hacer efecto. Intento que se cuestione el porque de dirigirse a
trabajar sin el descanso adecuado, la reiteración de la misma conducta, la falta de saciedad, de ansias de baile y
contacto con las mujeres (temática sexual pendiente).
¿Es bueno para vos dos noches sin descanso? ¿Hay algún riesgo en estas actitudes? ¿Qué te apura tanto?
Son los señalamientos que creo oportunos allí. Luego de algún grado de problematización que el joven
expresara en esa reunión, no dejó pasar la oportunidad de trasladar la inquietud producida a su madre
(reunión multifamiliar), y, seguir así multiplicando voces que aconsejan, regulan, introduce alguna señal,
que piden revisión de una forma de vivir. Pero que se presenta descuidada en sus formas, peligrosa.
Expresemos advertencia cuando algo es veneno, si eso enferma.
Ahora preguntemos ¿es válido prohibir -en forma definitiva- la concurrencia a un baile? ¿Un joven de 15 ó 16
años debe perder la ilusión? La expectativa de una vida social para el desarrollo de un joven debe ser anulada,
descartada? Claro, digamos que es un lugar donde puede tomar contacto con otros que si beben alcohol, que
quizás también prueben drogas.
Otro tema polémico es el de la escuela para adultos – con todos los prejuicios conocidos- es otro lugar
para la duda, la ambigüedad, cortar las ganas de dejar esa brutalidad de no poder leer o escribir, es una
injusticia de la que no quisiera participar.
Rehabilitarse del uso de drogas psicoactivas significa inhabilitar necesariamente, renunciar al ejercicio de roles
básicos: como persona, como ciudadano, alumno, novio, padre, trabajador?
Recuerdo un encuentro con un paciente que pasó por el proceso de internación, decía no puedo seguir
trabajando allí porque los muchachos después toman cerveza… . Yo me pregunto, los preparamos para
esa cotidianeidad…? ¿Para algo tan común en nuestras costumbres?
Es necesario revisar ciertas lógicas , cuando ejercemos nuestro poder discrecionalmente segregamos a estos
jovenes de la vida corriente, porque también pensamos en un afuera enloquecedor…
Siempre acontece que personas que hago pasar desde la sala de espera descuida cerrar la puerta tras sí, y por
cierto casi siempre dejan las dos puertas abiertas. Tan pronto lo observo, me obstino, con tono bastante
inamistoso, en que el o la ingresante vuelve sobre sus pasos para reparar ese descuido…
Además, en la entrevista se portaria con total descortesía y falta de respeto si desde el comienzo mismo no se le
pusiera un dique a su arrogancia mediante una jante reconvención. Sigmund Freud, Psicoanalisis y psiquiatria
Entonces reprochar, prohibir, enojarse oportunamente, son elementos claves para crear condiciones
para un ejercicio terapéutico. La cuestión es la oportunidad, es el momento de articular una prohibición
como acto protector, reparador, que reubique en la transferencia el cuidado para con el otro, metáfora
del propio cuidado.

El ejercicio de cierta plasticidad psíquica requiere de una reorganización interna que restituya los vínculos
afectivos -teniendo en cuenta el grado de patología del sujeto- seleccionando siempre el tipo de intervención
oportuna.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *