Nuevamente la opinión pública se vio conmocionada por un acontecimiento trágico. Un adicto, esta vez no anónimo, que se desborda y se produce el desenlace conocido. Y a partir de alli, escucharemos las más bizarras e increíbles opiniones de la platea de risueños panelistas maquillados.
Además de volver una y otra vez en los debates políticos entre gobernantes, que no les interesa el problema de fondo.
Es cansador vivir en esta escenografía circense donde se habla y se opina acerca de una problemática tan compleja, una vez mas lo diré, compleja, porque abarca varios aspectos psicológicos del sujeto, lo vincular, lo social, lo cultural.
Entonces, no podemos seguir enredándonos en esa trampa mediática y política, mientras los sujetos se rebanan el cráneo con diversas sustancias. Las leyes son enclaves mortuorios donde navegan textos que nada tienen que ver con la realidad cotidiana.
A los adictos a drogas hay que ayudarlos desde un abordaje multidisciplinario. Cuantos años hace que venimos desarrollando esta idea. Hay que respetar las individualidades y a partir de alli accionar dispositivos adecuados. Teniendo en cuenta aspectos clínicos, psicológicos, espirituales, familiares, legales, sociales, económicos.
No podemos, cada vez que hay cambio de timón en el rumbo político, comenzar de nuevo a plantear las mismas dificultades que venimos arrastrando y superando las ONG hace más de treinta y cinco años.
Tenemos una ley de Salud Mental donde incluye la problemática de las adicciones por la ventana. Otra vez, ya lo dijimos muchas veces, necesitamos una ley de adicciones que contemple los abordajes coherentes y responsables de los dispositivos integrales, como las Comunidades Terapéuticas, en el alma de dicha ley.
Pues la esencia de cualquier política de drogas es llegar a la intimidad desgarrada del sujeto. Ese corazón de piedra que fue perdiendo sus latidos con el consumo, que se fue adormeciendo. El objetivo es que vuelva a latir, a despertarse, a vivir dignamente en armonia con el cosmos circundante.
Pero seguimos navegando como barcas solitarias en un océano de intereses y obsesiones. La burocracia política es tal, que genera una inercia que paraliza cualquier intento de un trabajo dinámico, donde caemos nuevamente en esas trampas del olvido. Pues llegaremos tarde nuevamente.
Osvaldo S. Marrochi – Presidente Fundación Esperanza de Vida – Vicepresidente AEA