El debate acerca del uso de drogas (alcohol, tabaco, psicofármacos, marihuana, cocaína, drogas de diseño), ha ido mutando en función a los cambios sociales y culturales, dependiendo la geografía que abordemos.
El consumo siempre tiene que pensarse desde la individualidad de cada sujeto, sus motivaciones, sus recursos psicológicos, vinculares, socioculturales y económicos. Obviamente que la individualidad esta influenciada por el contexto circundante y sus efectos.
Tenemos a preadolescente de cualquier periferia de urbes sobrepobladas que fuman marihuana para evadir esas complicaciones estructurales con las que nacieron y ven día a día en su trágica pobreza social.
Por otro lado, escuchamos el discurso de una futura mama que recurrió a usar marihuana durante su embarazo para que su cómoda vida estable, en un hogar y barrio “saludable” en términos de confortabilidad, no se vea afectada por ataques de malestares varios.
Dos ejemplos de uso de una misma sustancia con motivaciones, parecieran distanciadas, en contextos desiguales, en etapas de crecimiento disímiles.
El uso de psicofármacos en jóvenes que mezclados con alcohol y en grandes cantidades, pierden sus facultades y cometen actos de delincuencia agravados con violencia, en ocasiones trágicas.La costumbre de decenas de años, de sujetos que usan pastillas antes de dormir como un habito domestico, que termina domesticando esas mentes, que van dejando en el camino esa rebeldía de sentirse vivos.
Las drogas de diseño usadas para pertenecer en fiestas que están pensadas desde esos lugares sociales tan fragmentados.
El alcohol y el tabaco como sustancias típicas de acceder a lugares supuestamente amigables, bohemios. La cocaína, como “polvo mágico” de euforias efímeras que te llevan a cavernas tan amargas, tan mortuorias, como la misma paranoia que te aleja de la realidad bruscamente, trágicamente.
El desenlace del impacto del uso de drogas en la humanidad fue variando increíblemente. En la década del sesenta eran los ácidos. En los setenta la heroína. En los ochenta la cocaína. Se trataba, en su mayoría, de consumos unidos a búsquedas existenciales, filosóficas. Ligadas al arte, a la compenetración de mundos espirituales. Se trataba de ser distintos. De plantear desde la estética, esa rebeldía contracultural.
En la actualidad los escenarios de consumo están ligados a círculos que pretenden pertenecer de alguna manera a universos sociales que determinan burbujas. Islas en un archipiélago de personas separadas por estigmas y costumbres, donde cada espacio tiene sus drogas para no compartir.
Todo uso de diversas sustancias que nos hacen perder la posibilidad de elegir sobre ese mismo uso, nos tiene que encender la inquietud de saber que esta pasando con nuestra existencia. Cuando perdemos el poder de elegir lo que consumismo, qué metemos en nuestro organismo, extraviados en esa inercia costumbrista que nos impone la rutina cotidiana, estamos complicados.
Subiendo por la escalera de la Comunidad Terapéutica, diariamente me encuentro con un cartel gigante al lado de una imagen de Spinetta que reza:
ESTAR ALERTA ME MANTIENE VIVO.
Osvaldo S. Marrochi – Presidente Fundación Esperanza de Vida – Vicepresidente AEA

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